viernes, 31 de julio de 2009

Artes Marciales y Filosofía


LOS ORIGENES DEL PENSAMIENTO FILOSOFICO
EN LAS ARTES MARCIALES

En primer lugar me gustaría aclarar algunos términos, ya que la mayoría de las confusiones derivan de interpretar de modo distinto palabras que nos parecen comunes.
Creo que estaríamos de acuerdo si para expresar un rasgo común a todas las artes marciales dijera que son “disciplinas con un alto contenido normativo”, si entendemos con esto que son actividades pletóricas de reglas.
Incluso en cada movimiento técnico importa más la forma (dictada por la norma) que la efectividad.
También podemos aclarar con esta característica mencionada cierto “contrasentido” del que se nos acusa infundadamente a los practicantes de artes marciales, que tratándose de sistemas de defensa personal, ante un ataque no hay que usar las técnicas aprendidas. Al menos esta conducta es la que se espera de un buen artista marcial.
Resolver esta aparente contradicción nos lleva a caracterizar el tipo de normas que abundan en las artes marciales.
Creo que ni siquiera es necesario aclararlo, la gente común lo sabe, por eso confían sus hijos a nuestro cuidado para que los formemos dentro de este “tipo” o “modelo” de artista marcial que dedica su vida entera a practicar una serie de técnicas para derrotar a cualquier adversario, y ante la primer oportunidad de usarla justificadamente porque es insultado u ofendido o incluso agredido físicamente, no responde.
Todos saben, sin necesidad que nadie lo explique que esa conducta se debe a que el contenido de las reglas éticas o morales de las artes marciales están por encima de la autoestima, del honor e incluso de la seguridad física del artista marcial.
¿Estamos de acuerdo?
¿ Me permiten decir, entonces que las artes marciales se caracterizan por ser “disciplinas con un alto contenido normativo de orden moral”?
Bien, es un alivio que estemos de acuerdo ya que preparé el resto de mi exposición presuponiendo que íbamos a estar de acuerdo.

Ahora tenemos en las manos una madeja bastante abultada de normas morales y debemos comenzar a analizarlas iniciando esta tarea en algún punto.
Ese lugar que tomemos como punto de partida es arbitrario, puede ser cualquiera, y si en esta oportunidad los consultare probablemente tardaríamos bastante en ponernos de acuerdo, de modo que tomaré un término para comenzar a desarrollar mis argumentos, y en esto seguiré, como los detectives, a mi instinto.
Mi instinto me dice que será muy interesante para ustedes que les presente a un estudioso, su nombre es Salomón Reinach, y es una autoridad que no puede ser dejada de lado en cualquier trabajo científico que pretenda tener visos de seriedad, tan indiscutida es su autoridad. Pero no voy a presentarles la figura de Reinach sino que voy a presentarles su teoría.
Este autor comienza analizando un término, una palabra, que se encuentra íntimamente ligada a nuestra investigación, a las normas morales; tanto que podríamos identificarla como “el conjunto de las primeras normas morales”. Si pensamos en un pueblo primitivo, en el hombre pre-histórico, creo que estaría bien decir que el primer “sistema de normas morales” se identifica con una palabra: esta es “religión.
La mayoría sostiene que el término religión deriva del latín “religare” – atar ­– como si se tratase de la ligazón entre la deidad y el hombre. Y esta definición inexacta es la que ha cobrado mayor vigor y de haberlos interrogado seguramente todos ustedes hubieran contestado de esta manera, como yo lo hubiese hecho también .
Esta definición se adapta perfectamente para señalar una religión teísta, pero preguntémonos ¿ con quién se ligan los que practican religiones que, como el budismo, el taoísmo, el confucionismo, no son teístas ?.
En este caso debemos pedir auxilio a la lingüística que nos puede aclarar que el término religión deriva del latino “relegere” – cuidado meticuloso –.
Para definirlo mejor comparémoslo con su antónimo: “relegere” se opone a “neglegere” de donde deriva “negligencia” – descuido –.
Por lo tanto religión es “tener cuidado meticuloso de algo”. Ese “algo” es el elemento que estamos buscando, que debe ser común a todas las religiones sean estéticas o teístas.
Dice otro destacado autor, Juan Marín.(2) que todos estos pensamientos religiosos o filosóficos no nacen espontáneamente, sino que lo hacen sobre determinado “suelo”.
Por este motivo esta charla investiga sobre los “orígenes del pensamiento”, esos orígenes serían el “suelo” del que hablamos.
De entre todos ellos, buscaremos uno en particular, que es el del pensamiento que influyó en la zona, por llamarla de alguna manera, de donde derivan las “artes marciales”, es decir de China, Corea y Japón.
Si bien la evolución de la humanidad suele cumplir las mismas etapas, son diferentes en China porque esta se desarrolló en forma estanca, sin influencias extranjeras.
El primer rasgo interesante que menciona Reinach es el de “los escrúpulos de no matar a los de su propio grupo” de haber limitado, el hombre, su apetito destructivo dentro del grupo. Estos escrúpulos, son designados por los antropólogos con el término polinesio “tabú” (que significa “sustraer del uso corriente”). Podríamos decir que muchos animales superiores presentan este escrúpulo, y que en el hombre, algunas veces falta.
Recordemos el mito griego de Cronos, dios del tiempo, que devoraba a sus hijos. Podría ser solamente una metáfora. Pero conocemos ejemplos de tribus que practican la antropofagia. También podríamos decir que en este caso nunca es contra un miembro del grupo sino contra alguien extraño. Pero tanto en uno como en otro caso lo propio es que se trata de estadios muy primitivos, de estados que solemos denominar como “salvaje” o de pre-civilización.
Pero a este rasgo, en el hombre, se agrega otro que, este sí, es único y propio de él, es lo que lo “hace humano”. Al igual que los niños, el hombre primitivo atribuye al mundo que los rodea pensamientos, pasiones y hasta formas iguales a las suyas.
Este sentimiento, que los antropólogos llaman “animismo” es muy difícil de superar, por ejemplo podríamos decir que “ha dejado huellas en nuestro lenguaje”, este es un modo animista de hablar, como si el animismo fuera un duendecillo que caminó sobre el barro del lenguaje dejando la marca de sus pies, como señala muy acertadamente Salomón Reinach (3).
Las personificaciones de la poesía son una supervivencia de tal animismo.
Este segundo elemento que señalamos, el animismo, al combinarse con el anterior, el tabú, dio origen a la separación de determinado animal o planta del resto del mundo para asimilarlo al grupo.
Esta identificación es nombrada por los antropólogos con un término que usaban ciertas tribus de indios de norteamérica: “totem” (en realidad es otam: marca o insignia)
De este modo encontramos a la primera manifestación religiosa el totemismo (culto a ciertos animales o plantas)
Este totemismo está presente en todas las religiones: así la paloma que representa al Espíritu Santo es un totem Sirio, al igual que el pez con el que se identificaron los primeros cristianos.
En el Shun-tien Cannon de Shun (último de los cinco emperadores, circa 2233 –2184 AC) del “Libro de los Escritos” hay una referencia a una Asamblea donde los nombres son altamente llamativos: Pino rojo, Oso, Tigre, Dragón de una pata. El propio hermano de Shun se llama Elefante (Hsiang).
Dice James Legge que parece una asamblea de indígenas norteamericanos. (4) Aquí es donde vemos aparecer el elemento totémico.
Tengamos en cuenta entonces esta primera concepción, con esto queremos decir “conjunto de reglas morales”, que por ser única podríamos denominar “unitaria”.

Pero hay otro elemento que nos falta nombrar para establecer una religión: es el sacerdocio.
Si el hombre no hubiese tenido freno en su desarrollo totémico, las prohibiciones o tabúes hubiesen crecido de tal manera que hubiese sido imposible de desarrollarse la civilización como hoy la conocemos, el hombre se habría paralizado así mismo.
Dice Reinach: “el origen de estos escrúpulos religiosos no es ciertamente racional; hijos del miedo, fruto de generaciones prematuras y de asimilaciones arbitrarias, como las que a diario hacen los niños, los tabús son abundantes y rigurosos. La idea cara para el siglo XVIII, del salvaje libre y emancipado de toda sujeción, es irreconciliable con los datos más elementales de la etnografía. El salvaje libre de Rousseau no es un verdadero salvaje; es un filósofo que se ha desnudado” (5)
También se equivocaron los pensadores del siglo XVIII (especialmentee Voltaire y Rousseau) al considerar a los sacerdotes como embaucadores y oportunista (aunque los de su época lo fuesen).
Sin la labor de codificación de los tabúes, el hombre hubiese quedado atrapado en una red de prohibiciones que abarcarían desde la alimentación, el matrimonio, la educación de los hijos, la higiene, el destino de los cadáveres, etc., etc.
De esta labor de codificación derivan los códigos de Hammurabi, y los Vedas.
Y de allí, todas las reglamentaciones.
En la mayoría de las civilizaciones encontramos por separado el poder religioso, permítaseme decir el poder normativo moral, del poder militar, permítaseme decir el poder normativo político. El primero se ocupa de la vida del individuo en relación con las fuerzas del cosmos, por ejemplo si viola o no un “tabú”, además de regular la vida de relación dentro del grupo, es decir el matrimonio, la paternidad; mientras que el segundo trata de la vida del individuo con sus vecinos, que son de otro grupo; regula las “relaciones exteriores” diríamos usando un lenguaje moderno, la política, el comercio, el derecho.
Nuestra herencia greco-romana favorece nuestra comprensión de estos dos ámbitos perfectamente separados. Pero en China, y su zona de influencia se da una característica particular.
También aparecen dos funciones claramente separadas: C’hu, referida a los asuntos celestiales y Ch’e, referida a los asuntos terrenales; pero ambas funciones en lugar de mantenerse por separado, muy tempranamente se mezclaron y encontramos rasgos de cada una de ellas en todas las escuelas de pensamiento chino.
De modo que, aquello que en occidente regula la religión, en oriente es regulado por una “Escuela de Filosofía”. De modo que la filosofía o pensamiento, como me gusta mas llamarla, en oriente no sólo es una “concepción del mundo” sino que es “una forma de vida”.
Entendamos por “una forma de vida” un complejo sistema de preceptos religiosos, morales, y de derecho común y de los que hoy llamaríamos de “derecho internacional”.
Muchas civilizaciones detienen aquí su evolución, o si bien dan algunos pasos más en su evolución, el poder del sacerdocio es tanto que los hace retroceder hasta esta primitiva etapa dejándolos “fijados” en los asuntos celestiales y permitiéndoles sólo el progreso en los asuntos terrenales. Así sucedió en el Antiguo Egipto, en la Grecia Arcaica y su zona de influencia (Mesopotamia e India). Y de allí viene nuestra herencia.
Pero esto no sucedió en China, el pensamiento se siguió desarrollando, y seguir su evolución representa para nosotros un esfuerzo intelectual gigantesco, ya que por nuestra limitada formación tendemos a simplificar todo y a compararlo con esa etapa primitiva “monista” o “unitaria”.
Para ejemplificar esto los primeros maestros de pensamiento chinos decían a sus discípulos “si tu vaso está lleno ¿ cómo puede contener más ? , es preciso vaciarlo primero”. También conocemos la anécdota del maestro Zen que llena, hasta rebalsar, la taza de té del alumno, con la misma intención.
Ya estamos advertidos, de modo que hagamos ese esfuerzo intelectual de no comparar el pensamiento chino con nuestro limitado pensamiento “occidental y cristiano”

Cuando se produce la revolución del Neolítico, el paso de recolector de alimentos a productor de alimentos, se agregará al culto totémico o de las fuerza celestiales, el culto a la tierra.
Este doble culto al cielo y a la tierra, obedecen a la antinomia principal macho – hembra, que se pone de manifiesto en los festivales de primavera donde la unión sexual era libre, dicen Granet M. y Fitzgerald, C. (6)
Juan Marín relata la costumbre de separar a los hombres (cultivadores) de las mujeres (tejedoras de seda), que ocurrió en varias culturas que adoraban a la floración o solsticio de primavera.
Así Adonis y Afrodita (Grecia), Tarmuz e Istar (Mesopotamia), Osiris e Isis ( Egipto), Atis y Cibeles (Frigia), Ormuz y Ahrimán (Irán), etc. (7)
La representación artística de los animales, en este período sigue esta dicotomía, el dragón y las aves se atribuyen al elemento cielo, masculino, yang ; el tigre y la serpiente (Naga) al elemento tierra, femenino, yin. Por ello a esta concepción se la denomina “binaria”. En ésta concepción se basan la escuelas chinas del Yin/yang.
Mas adelante aparece la concepción “trinitaria”: El “árbol del mundo”.
Del matrimonio cielo y tierra nace el hijo (atmósfera) que realiza la hazaña de separar a sus padres elevando al cielo hasta el lugar que ocupa en lo alto.
En el mito chino es Tchong-Li, Shu en Egipto, Atlas en Grecia.
Este mito es rastreado por Imbelloni en documentos mesopotámicos, textos barhamánicos, teogonía hesiódica, en el fenicio Sanjoniatón, en los códices mexicanos y en la mitología de los polinesios. (8)
Tanto chinos como coreanos representan este sostén con una columna sobre las espaldas de una tortuga y este “árbol del mundo” es eje, gnomon y camino (Tao, en chino, Do en coreano y en japonés).
La palabra Rey (Wang) se escribe con un signo compuesto de tres trazos horizontales y uno vertical, según los sinólogos representan al cielo, al hombre y a la tierra, unidos por el trazo vertical que representa al rey.
En ésta concepción trinitaria se basa el taoísmo que fundamenta su moral en el principio Wu Wei o no-acción. No se trata de un quietismo absoluto, sino de un actuar conforme a la naturaleza, conforme al Tao, sin embargo esta negación del accionar humano preparó a la mentalidad china para aceptar la negación del mundo que propuso mas tarde el budismo.
Según el Teh, virtud del Tao, el centro del Tao está inmóvil, mientras que yin y yang están en constante movimiento.
Más adelante a medida que la civilización china comienza a militarizarse, observamos que el ejército chino se distribuía en cuadrados. De allí deriva la concepción “cuaternaria”: El Cannon de Yao o de la Emperatriz Wu (9) divide al plano terrestre en los cuatro puntos cardinales, a cada punto cardinal le corresponde un color y una cualidad moral (por este motivo se llaman virtudes cardinales) : al Norte le corresponde el negro y la sabiduría, al Sur, el rojo y la honradez, al Este el verde y la bondad y al oeste el blanco y la justicia.
Cuando a ésta concepción se le agregó el centro aparece la imagen del Ming T’ang o altar del cielo, residencia para el soberano para que se estableciera en cada momento en el lugar propicio. Y por consiguiente la concepción “quinaria”.
Esta fue la concepción del confucionismo y la doctrina de los funcionarios.
Posteriormente a las cuatro direcciones terrestres se le agregan cuatro esquinas intermedias y se obtiene un octógono (Pa- Kua), y la denominada concepción “octonaria”.
Y al agregársele a éste nuevamente el centro se obtiene el Cuadrado mágico o la concepción “nononaria”.
Explorar estas dos últimas concepciones dan para mas de una charla, de modo que solamente las nombraremos, al igual que las concepciones decanaria y dodecanaria.

Todas estas concepciones influyeron en las Escuelas de Pensamiento de China. Además entre ellas se produjo un notable “sincretismo”, de modo que es normal encontrar frases de una escuela en otras de pensamiento antagónico.
Ahora es necesario hacer una pequeña referencia histórica para comprender mejor cómo se desarrollaron estas “Escuelas”.
Hacia el siglo V AC. el sistema de alianzas era insostenible y la China de los Chou desembocó en el denominado periodo de los Reinos Combatientes (481-221 AC.), caracterizado por la anarquía.
Los cinco reinos fueron Ts’i, Tch’u, Ch’in, Tsin-son y Song.
En ésta época aprece Lao Tse, fundador del Taoísmo y Kong Fu Tze , mejor conocido por su nombre romanizado Confucio, fundador del confucionismo.
El primero de ellos proponía el regreso a la vida campesina y su filosofía se centraba en la concepción trinitaria, era partidario de la dinastía Shang, derrotada por los Chou.
El segundo, en cambio, basaba su filosofía en la conducta de una nueva y surgente clase social, la de los funcionarios, y era partidario de los Chou.
El régimen los Chou colapsó en el 256 AC. Una generación después, los Ch’in habían sojuzgado a los demás estados.
En 250 AC el primer ministro de la dinastía Ch’in, Shang Yang reforma las aldeas otorgando grandes latifundios, queda toda China unida.
En esta época surgen tantas escuelas que se conoce a este período como el de “las cien escuelas”. De todas ellas sólo una vamos a investigar relacionada con las artes marciales: El mohísmo.
Oriundo del principado de Song en el Ho Nam occidental, de apellido “Mo”, y de nombre “Ti”, vivió entre los años 479 y 381 antes de Cristo. Conocido por su nombre “Mo Ti”, o por el título de su obra, libro de 53 capítulos, “Mo Tsé” (el sabio Mo) rápidamente conocido por su legendaria sabiduría. Su método de enseñanza se basaba en la meditación y la calidad de éste se verificaba mediante los “test del juicio” afín de determinar la exactitud o no de los principios enunciados.
Si Confucio confería sólo a las elites la posibilidad de ejercitarse en el Tao (Vía) y al pueblo lo consideraba incapaz de actuar de modo inteligente, Mo Ti no distinguía capacidades especiales en grupos dados, consideraba al pueblo como un todo en el que destaca el utilitarismo.
Mo Ti privilegia la filosofía política, en particular, las cuestiones referentes al poder del estado. Se constata que en los dos siglos que separan a Confucio de Mo Ti, la filosofía ha transitado desde la ética hacia la política, y la vía para el perfeccionamiento humano ha dado paso al dominio de la conducta de los hombres.Ambos filósofos privilegian el bienestar general por sobre el bienestar personal.
Es de hacer notar que ya con anterioridad la relación maestro discípulo era considerada en importancia menor que la relación soberano, súbdito; pero mayor que la relación padre, hijo. De allí que el ingreso a una escuela fuera altamente riguroso y que tal ingreso fuera en forma de “internado”. La formación del discípulo llevaba muchos años. Y la relación con el maestro, incluso una mirada, era un premio que tardaba en llegar.
Lin Yu Tang escribe al respecto en “La sabiduría china” (1959): "Yo caracterizaría las ideas confucianas, en su parte política, como anarquismo estricto, en las que la cultura del pueblo, haciendo el gobierno innecesario, se transforman en un ideal. Si se pregunta porqué los moradores de Chinatown en Nueva York, no han tenido nunca necesidad de policía, la respuesta es: el confucianismo. Nunca existió policía en China durante cuatro mil años. El pueblo había aprendido a regular sus vidas socialmente y a no confiar en la Ley. La Ley era el refugio de los pícaros".(10)
Gracias al “Mo Tse” y otras fuentes de la época, sabemos que los Mohístas tenían una organización disciplinada a semejanza de la doctrina militar. Este hecho no sorprende en lo más mínimo si se tiene en cuenta que la escuela Mohísta o “Mo Kia” provenía de la caballería.
Entre ellos se encontraban antiguos maestros de armas de clanes feudales que poseían técnicas secretas desde los combates de cuerpo a cuerpo hasta combates con espadas, picas, palos, manos desarmadas, así como en el manejo de carros de guerra.
Mo Tse les propuso entonces reunir estos diferentes conocimientos y mediante sus test de juicio, codificar los métodos (hecho sin precedente en la historia china de las artes marciales).
Conjuntamente estableció un código muy estricto del caballero – Hie To – que diera origen posteriormente en el Japón al Bushido y en Corea al código moral de los Hwa Rang. Su método de enseñanza hacía hincapié tanto en el progreso de la virtud moral como en el de la agilidad y destreza física.
Su enseñanza hacía hincapié en la frugalidad, que honraban a los tres ancestros y a los cinco hombres experimentados, confirmando así su voluntad en seguir el principio de la continuidad de transmisión ancestral del saber.
Su gran empeño era el Kien ngai, el amor universal. El opuesto no es el odio, para éste filósofo el odio no existe, su opuesto es el amor parcial. Sostiene que incluso el peor de los delincuentes puede amar a su esposa y a sus hijos, o al menos, amarse a sí mismo. El remedio para todos los males es que cada ser humano extienda su círculo de amor.
Mo Tse decía: “mi discípulo es aquel que aprecia tres cualidades y se atiene a ellas: la caridad, la simpleza y la humildad.
Condenó las guerras de agresión y conquista y sólo justificó las guerras defensivas.
Y también condenó el asesinato, justificando solamente la muerte producida sin intención, como por ejemplo la del soldado que asume el riego de perder la vida en batalla.

El propósito de esta charla fue el desembarazarnos de cualquier tipo de misticismo que pueda envolver a las artes marciales. Saber que todo se trata nada más y nada menos que de la evolución del espíritu humano, de su desarrollo. Y me gustaría terminar esta charla citando a un querido profesor para que su mensaje, nos impulse a todos y cada uno de nosotros a seguir en el camino de la difusión de las artes marciales, pero sin misticismos ni misterios, de una forma pedagógica y científica, ya que en nuestra sociedad somos de los pocos que pueden difundir el pensamiento de oriente, ya que no se estudia con seriedad en las carreras universitarias de nuestro país.
Decía Angel Cappelletti respecto de la indiferencia con que se considera a las culturas de oriente, que con tal desinterés “nos mutilamos conscientemente de media humanidad, tal como sucedió con el voto universal, declamado por todos pero, con medio género humano fuera de él, el género femenino” (11)


1. Angel Cappelletti, Filosofía Argentina del Siglo XX, UNR Editora, Rosario, p.179
2. Juan Marín, Buda o La Negación del Mundo, Espasa Calpe, Bs. As. 1954,p.51
3. Salomón Reinach, Orfeo, Historia General de las Religiones,p.19
4. Herbert Franke, El Imperio Chino, Siglo XXI Editores, Mexico, 1985, p.12.
5. Salomón Reinach, Op.Cit.,p. 31.
6. George Thompson, Los Primeros Filósofos, Siglo XX, Bs.As.,1975, p.74.
7. Juan Marín, Lao Tse o el universismo mágico, Austral, Bs.As., 1952, p.64.
8. Marcel Granet, La Civilización China, la vida pública y la vida privada, UTHEA, México, 1959, p.248.
9. Angel Cappelletti, Lao Tse y el taoísmo primitivo, Separata de la revista de la Universidad de Santa Fe, Nro.61, Santa Fe,1964, p.25.
10. Cfr.Lin Yutang, La Emperatriz Wu, Ed .Sudamericana, Bs. As. 1957, p.144.
11. Angel Cappelletti, Filosofía Argentina del Siglo XX, UNR Editora, Rosario, p.179


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